
El Traslado de la Virgen de los Desamparados 2025: Una Devoción que Desborda València

- Traslado Virgen 2025: Una tradición viva
- Preparativos y ambiente: cómo vive València la víspera del traslado
- La madrugada del fervor: caminatas, encuentros y emoción
- El momento culminante: así se vive el traslado de la Virgen
- ¿Fe, tradición… o fanatismo? Una mirada más crítica al fervor popular
- València y su patrona: una ciudad entregada
- Imágenes que definen una devoción
- Más allá de la fiesta: lo que representa la Virgen para el pueblo valenciano
- Una tradición que emociona, une y también provoca reflexión
Traslado Virgen 2025: Una tradición viva
Cada segundo domingo de mayo, València se transforma. No es una exageración: la ciudad respira distinto. Huele a pólvora, a flores, a amanecer y a fe. Y este 2025 no fue la excepción. El traslado de la Virgen de los Desamparados, o como aquí decimos con cariño y respeto, la “Geperudeta”, volvió a reunir a miles de fieles en uno de los actos más intensos y multitudinarios del calendario valenciano.
Es difícil explicar con exactitud lo que ocurre esa mañana. No es solo una procesión. Es una explosión de emociones que mezcla tradición, religión y una identidad que trasciende lo racional. Lo que en otros lugares podría parecer un ritual exótico o incluso fanático, aquí se vive como una fiesta mayor, profundamente sentida.
El 2025 ha traído más participación que nunca. Las calles del centro se llenaron desde primeras horas, con vecinos y visitantes que no querían perderse ni un solo instante del acontecimiento.
Preparativos y ambiente: cómo vive València la víspera del traslado
La ciudad empieza a transformarse desde días antes. Los balcones se decoran con estandartes con la imagen de la Virgen. Los comercios del centro preparan escaparates especiales. En la plaza de la Virgen, los voluntarios colocan los pasillos de seguridad, la estructura de acceso y revisan cada rincón del recorrido.
La noche del sábado al domingo tiene algo mágico. Muchos vecinos de València y de los pueblos cercanos deciden caminar toda la noche para llegar a primera hora a la Basílica de los Desamparados. A veces en silencio, a veces cantando. Pero siempre con una meta clara: estar junto a la patrona en el momento más íntimo y poderoso del año.
“Muchas personas vienen de los pueblos cercanos caminando toda la noche para estar a primera hora de la mañana en la basílica de los Desamparados”, se escucha entre los comentarios de los asistentes.
La madrugada del fervor: caminatas, encuentros y emoción
La madrugada previa al traslado es especial. No se duerme. Familias enteras se ponen en marcha a pie desde l’Horta Nord, l’Horta Sud, la Ribera o incluso más allá. El camino hacia la ciudad se convierte en una romería improvisada.
Una vez en València, se forman filas para entrar a la basílica. Desde primera hora, los alrededores de la plaza de la Virgen están abarrotados. Se oyen oraciones, guitarras, dulzainas. Se ven lágrimas, mantillas, peinetas, claveles, estandartes… No hay un único perfil.
El momento culminante: así se vive el traslado de la Virgen
A las 10 de la mañana, tras la misa solemne, llega el esperado inicio del traslado. Y con él, la intensidad del fervor valenciano. El paso de la imagen de la Virgen es impresionante. No hay silencio. Hay gritos, vítores, lágrimas, versos… y emoción desbordada.
Durante el traslado se viven escenas de fervor extremo. Algunas demostraciones que rozan casi el fanatismo, como lanzar a niños y niñas por encima de las cabezas de los asistentes para que toquen el manto de la Virgen, pasando de mano en mano por el aire y luego de vuelta hasta sus padres.
Los portadores avanzan poco a poco. Cada paso es una muestra de devoción. En cada esquina se cantan “¡Vivas!”, se lanzan pétalos, se reza.
¿Fe, tradición… o fanatismo? Una mirada más crítica al fervor popular
Hablar del traslado de la Virgen es hablar de una tradición centenaria, pero también de una manifestación de fe que puede rozar lo delirante. Y ahí llega la reflexión:
Esto, si lo viéramos en países lejanos, no dudaríamos en calificarlo de fanatismo irracional, pero aquí lo llamamos tradición, fe y fiesta.
El fervor valenciano tiene muchos matices. Y todos merecen ser escuchados. No hay imposición: hay entrega libre. Y una participación que, lejos de disminuir, crece cada año.
València y su patrona: una ciudad entregada
Durante este fin de semana, todo gira en torno a la Virgen. Fallas, colegios, bandas de música, cofradías… todos participan. Las instituciones acompañan, pero el protagonismo lo tiene el pueblo. La Virgen representa más que una imagen religiosa: es símbolo de protección, arraigo y orgullo.
Imágenes que definen una devoción
Las redes sociales se llenan de imágenes: una marea humana, gente llorando, niños elevados, pétalos cayendo. Y en el centro, la Geperudeta, serena, sostenida por brazos devotos.
Estar allí es otra cosa. No hay directo de Instagram que capture lo que se vive. Es una experiencia para los sentidos y para el alma.
Más allá de la fiesta: lo que representa la Virgen para el pueblo valenciano
La Geperudeta es consuelo y memoria. Generaciones de valencianos han crecido bajo su mirada. En momentos de crisis, alegría o dolor, su presencia ha estado ahí.
El traslado no es solo una procesión: es un acto de comunión social. Una forma de sentirse parte de algo más grande.
Una tradición que emociona, une y también provoca reflexión
Lo cierto es que año tras año esta tradición vuelve a celebrarse. Y volverá. Y en la plaza, el tapiz de la Virgen 2025 volverá a presidir la fiesta. Y el traslado también volverá. Con sus luces y sombras. Porque las tradiciones verdaderas no son perfectas. Son humanas. Y profundamente nuestras.





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